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A PROPÓSITO DE PRADERA–VALLE: SILENCIEMOS LAS PLUMAS Y LAS MÁQUINAS DE ESCRIBIR
CARTA
ABIERTA A LOS ANALISTAS
DE “COLUMNISTAS LIBRES”
En la Persona de Jota Jaramillo,
Muy queridas amigas y amigos.
Andaba hilvanando hechos,
nociones e hipótesis para escribir un Atisbos titulado “CÓMO SERÍA COLOMBIA SIN CONFLICTO
INTERNO ARMADO. UN ANÁLISIS Y UN SUEÑO DESDE EL ENFOQUE DE LO POLÍTICO” cuando
los paralizantes hechos ocurridos en Pradera-Valle me frenaron la pluma.
Con qué fundamentos y bases continuar escribiendo que en una Colombia sin guerra interna ya no
habría sucesos como los acaecidos esta
semana en la población valluna cuando uno de los responsables del hecho podía
ser- aún me niego a aceptarlo como mera posibilidad- una organización que en la
Habana ha proclamado que quiere hacer el tránsito a un ejercicio de la política
en democracia y sin fusiles en la mano.
Nuestra posición, la del
grupo de ECOPAIS de la Universidad del Valle, no es moralista, pues no sabemos
de un país donde haya habido una importante e intensa y prolongada guerra
interna sin que, de modo directo o indirecto, su población civil no haya sido
en definitiva afectada, pero retamos, a quien quiera que sea, a que nos demuestre que en el caso de Pradera haya habido siquiera una
pequeña dosis de un acto de guerra
legítimo, y por lo tanto, políticamente justificable. Si se hubiese afectado al
enemigo real, según las guerrillas, doloroso y todo, la acción bélica contra
Pradera podría asumirse con ese adjetivo, el de justificable en lo político que
no en lo ético, pues al fin y al cabo, en la Habana se ha venido negociando sin
un saludable cese al fuego. Pero no, por los resultados, el objetivo real de ese ataque resultó siendo la población
civil. Un muerto y 63 heridos, entre
ellos ningún miembro de las Fuerzas del Estado. Y que no se nos venga ahora con
el cuento, como ya lo adelantó unos de los miembros de las Farc en la Habana,
que fue porque por la distancia, apuntaron mal.
Si en medio o al lado del Ejército
o la Policía había un sector de población civil no comprometida, como
“revolucionarios éticos” no podían haber apuntado.
El colombianólogo francés
Daniel Pecaut diría que acciones como
esas serían la prueba mayor de que esta no es una guerra contra el
Estado, sino contra la sociedad civil, hipótesis que los Atisbos Analíticos
nunca han compartido, pues ésta ha sido y continúa siendo una guerra interna en
contra del Estado en la que, aunque de tiempo en tiempo ha habido acciones
terroristas, éstas no han sido lo
regular y normal, pero que de todas maneras esa guerra ha surtido tremendos
impactos sobre la sociedad civil.
Pero no, aquí hasta ahora hemos
asumido el que las Farc o algunas de sus
disidencias, si es que en realidad existen, han sido las responsables de
ese doloroso e impolítico y
antiético hecho PRADERA 2014. Los enemigos de la pacificación,
que por estos días han salido con el cuento del sí a la paz, pero con tantas
condiciones que en la práctica la combaten como posibilidad real, también
pueden haberlo propiciado. Por eso nos han llamado la atención las
declaraciones del Vicepresidente Angelino Garzón, siempre muy prudente en lo
que a su carrera política y a sus relaciones con el expresidente Uribe se
refiere,
“Hubo, declaró, un atentado
terrorista… por lo tanto venga de donde venga este atentado terrorista hay que
condenarlo…la violencia es contraria a la democracia…la violencia como la
corrupción, como el narcotráfico son contrarios a la democracia y a la
convivencia pacífica y lo que ha habido en Pradera es un atentado contra la
población… Muchos políticos construyen política y obtienen votos a costa de la miseria y de las necesidades de
la gente, no de las soluciones de la gente…A algunas gentes en Colombia no les gustan las soluciones, les gusta son
los conflictos y los problemas. Porque si vienen las soluciones se les acaban
las banderas políticas, la politiquería”.
No es que estemos reduciendo
la política a una visión complotista, pero al distorsionado nombre “Uribe
Centro Democrático” la pacificación negociada no les interesa, aunque ahora les
ha comenzado a dar pena reconocerlo y publicitarlo, pues de acuerdo con el
último sondeo de la opinión pública un ya elevado 77% de la población anhela y
desea el final del conflicto interno armado aunque sea negociando pero con
distintos niveles de condiciones. En este momento, son muchos los colombianos y
colombianas que, a la manera de Uribe Vélez,
desean un acuerdo “negociado” en el que los guerrilleros
se auto-sancionen con varios años de cárcel.
Entonces, si la acción
contra Pradera fue obra de las Farc habría que decir que con la “otra mano” están borrando todo lo que de “positivo” han
hecho en la Isla de Martí; pero si fue
iniciativa de la extrema derecha, que ahora maneja la tesis del Miguel Antonio
Caro de 1892, según la cual lo que Colombia necesita en la actualidad y para siempre
es un orden autoritario concretado en un Estado de la Paz armada,
entonces ha llegado la hora de propiciar una ruptura colectiva mental y
práctica con el uribismo, poco creíble ahora más que nunca.
En nuestra opinión los
plenipotenciarios farquianos en la Habana, empezando por Iván Márquez y Pablo
Catatumbo, no pueden dejar pasar por alto
esta magnífica coyuntura de
oportunidad discursiva para
explicarle a Colombia, a América Latina
y al mundo cuál es su efectiva posición sobre las dinámicas de esta
guerra y las poblaciones civiles. Si los
autores fueron los enemigos de la pacificación, que nos proporcionen las
pruebas más robustas, pues sus aparatos de inteligencia deben tener; que si fue
un disidencia de su propia organización, que la señalen y sancionen; pero que si
de algún modo, el Secretariado apoyado
en la tesis de los efectos colaterales avaló esa acción, que de cara al país,
se autocritique.
Además de impolítico, sería
inmoral continuar dialogando en la
Habana cuando aquí se está atentando contra las poblaciones civiles.
Que ojalá
no se vuelva con el discurso de “los inevitables efectos colaterales”,
lo que a escala general puede tener validez. Quedarse en ese plano, sin
descender a las particularidades de las relaciones de las guerrillas con
poblaciones civiles concretas, sería muy grave, sobre todo ahora cuando en Cuba todavía no se ha abordado de modo concreto y
específico, el complejo y delicado
asunto DE LA HISTORIZACIÓN, para el caso
colombiano, de las todavía abstractas
tesis de la Justicia transicional . No
es lo mismo aplicar esas tesis en Suiza, Chile o Uruguay que hacerlo en Colombia o en Serbia. Aquí, de
algunos o muchos modos, todos somos culpables, por acción u omisión, de los
niveles de degradación a que hemos llegado en materia de ejercicio de la
violencia en las maneras de hacer política.
Quizá la posición de los
Atisbos Analíticos no tenga mayor trascendencia, pero no volveremos a referirnos al proceso de negociación
OSLO-LA HABANA-BOGOTÁ mientras el
doloroso y delicado caso de Pradera no
se aclare con suficiencia, por lo menos, convincente.
Por eso lo de nuestra
invitación, sobre todo a los analistas de COLUMNISTAS LIBRES, para que mientras
ello no suceda, por ahora SILENCIEMOS
NUSTRAS PLUMAS. Cuando al respecto haya
alguna claridad retomaremos y publicaremos nuestro Atisbos sobre “CÓMO PODRÍA SER COLOMBIA SIN CONFLICTO INTERNO ARMADO. UN ANÁLISIS Y
UN SUEÑO DESDE EL ENFOQUE DE LOS POLÍTICO”,
Atentamente,
Humberto Vélez Ramírez.
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