Atisbos analíticos no
248, Armenia, 20 de septiembre de 2016
El
plebiscito y las grandes contradicciones
y
ambivalencias del proceso de la Habana.
(Nota: a partir de la lectura de la Introducción en clave de conclusión,
de los 10 acápites puede leer el que más le guste, pues entre sí gozan
de relativa autonomía).
ABSTRACT
1.
LA INTRODUCCIÓN
en clave de CONCLUSIÓN.
2.
“ O
la Justicia ordinaria O una forma Especial, Excepcional y Temporal de Justicia’’.
3.
“Ni
socialismo Ni capitalismo salvaje”.
4. ‘’Ni
Santos Ni Uribe’’.
5. “Ni
Santos ni Uribe, una Asamblea Nacional constituyente”.
6. “O
la más amplia Justicia social o nada de Negociación”.
7. *O
Aprobación de los Acuerdos ahora U otra
Reguerra”.
LA INTRODUCCIÓN
en clave de CONCLUSIÓN.
Cuál no será el alto nivel de desprecio
por lo Humano que ha alcanzado la
sociedad colombiana en su conjunto, que el Gobierno en el Plebiscito que se
realizará el 3 de octubre le preguntará a sus asociados la obviedad sobre si
quieren o no que nos sigamos matando; es decir, les preguntará algo para lo
cual fue creado el Estado hace ya más de
dos siglos, el proteger la vida del conjunto de la ciudadanía. Y eso será lo
que se le preguntará a la gente porque los Acuerdos de la Habana hasta ahora solo alcanzarán para una
pacificación parcial untada de una pequeña dosis de paz enhebrada alrededor
de una reforma rural integral que sólo afectaría al latifundio improductivo que no ha cumplido una
función social constitucionalmente ordenada, así como de un aterrizaje de la
democracia de participación. Y cuál no irá a ser la sorpresa del mundo cuando en la noche del 3
de octubre se informe que un importante sector de la ciudadanía colombiana votó
por el que nos sigamos matando y que lo hizo
porque piensan que en este país hay derechos - más bien digamos, intereses- más
importantes que el derecho a la vida cuando en todo el mundo piensan y
practican que sin este derecho los demás derechos son un soberano sobrante.
En este Ensayo la introducción es una
conclusión porque después del seguimiento que le hemos hecho al proceso
habanero, después de tantas idas y
venidas, vueltas y revueltas sobre lo que dijeron o no dijeron Santos y la oposición y sus respectivos partidarios,
por fin ahora, una vez que las dos partes en La Isla de Martí definieron que los Acuerdos logrados estaban
ya consignados en 297 cuartillas y que en manos de entidades internacionales,
entre ellas la ONU, quedaban la observación
y el monitoreo en situ de la
dejación de las armas y de la acciones de las Farc orientadas a construir una
estrategia de incorporación a la vida cívico-social históricamente novedosa por
innovadora y proactiva , por fin, lo repetimos, alcanzamos a precisar que entre Santos y Uribe no había habido las enormes
distancias por algunos pregonadas, aunque si había una muy importante en materia de la índole o
carácter de los acuerdos construidos y que más allá de ella, casi todo había siso bullicio verbal orientado a
confundir y a hacer una mala pedagogía.
En los pasados cuatro años hubo muchos discursos y textos y grafitis y
frases telegráficas de las redes sociales, de parte y parte buenos algunos,
pero en general, malos y pésimos muchos, sobre todo los de la oposición por
reiterativos, pocos substantivos y semi-falaces, y hubo también mucha verborrea
ideologizada y mediática y contrapensante. En general, entre Santos y Uribe en
lo ideológico-político no existen grandes diferencias- ambos son neoliberales
aferrados a un modelo socioeconómico extractivista-, pero, en lo personal son
muy distintos- aristocrático
y marrullero el bogotano y montañero y agresivo e inteligentemente mediático el
paisa- mas, por convicción o por experiencias personales,
hoy en día presentan - aunque unos pocos
años ha pensaban lo mismo- salidas
distintas al problema de la guerra interna. Entonces, claro, que la única y más
importante diferencia que en la actualidad los separa, y que es en materia de
lo que debe entenderse por una negociación, la distancia es enorme: Para Santos, el otorgamiento de
concesiones recíprocas- la del Estado, más bien, tacañas- es de la esencia de
la lógica de una negociación no siendo
así para Uribe que ahora, no antes cuando era presidente, asimila negociación a
sometimiento, a alguna forma de
rendición y/o de capitulación.
Esta
es en la actualidad la diferencia
central, hasta ahora inamovible, entre
uno y otro en materia de producción de acuerdos para una negociación: Santos ha
defendido que para darle viabilidad a la
negociación, primero, había que
aplicarles a los victimarios penas alternativas que, más allá de la cárcel, les
restringiese temporalmente la libertad
personal a los responsables colectivos de delitos de lesa humanidad; segundo, que había que garantizarles el derecho a ejercer la política como a
cualquier ciudadano; y tercero, que había
que hacerles algunas concesiones en materia de paz positiva mediante una
reforma rural integral que, en materia de propiedad privada, sólo afectase al
latifundio improductivo; Uribe Vélez, en cambio, ahora se ha encerrado en las siguientes tesis: primera, que al Mando de las Farc y a sus máximos responsables había que ponerles un traje a rayas en cárceles bien seguras; segunda, que una vez saliesen de las
mazmorras, debían enclaustrarse en sus casas a leer novelas alejados de su pasión por la
política que fue la que los condujo a rebelarse cuando consideraron que dentro
el régimen político vigente en la década
de 1960 no había condiciones para ejercerla institucionalmente; y tercera, que la propiedad privada rural
no podía afectarse de ninguna manera.
Más
allá de toda alharaca, éstas han resultados siendo las tres diferencias centrales entre el bogotano y el
antioqueno, aunque éste, ahora que se ha percatado de que el proceso habanero
está saliendo avante, ha postulado una
postura ambivalente que, al mismo tiempo, se encuentra “ entre un
NO y un SI’’ al
afirmar que sí en el evento del 3 de octubre
sale triunfante la oposición por
él liderada, estaba dispuesto a renegociar los Acuerdos con el gobierno en
procura de una negociación más perfecta que, en su opinión, era aquella en la
que el Estado no hiciese mayores concesiones y
en la que, por otra parte, el gobierno no les diese a los militares implicados en el conflicto armado un
tratamiento similar al que había aplicarle a los terroristas.
En los cuatro años que duraron la negociaciones de la Habana,
éstas estuvieron atravesadas por un conjunto de importantes contradicciones,
que asumieron la forma de ambivalencias que cada votante el 3 de octubre debe
absolver si quiere que su acción participativa tenga un mínimo de base racional
y de sentí-pensamiento serio. Algunas de esas contradicciones ambivalentes tuvieron como referente hechos
objetivos reales, pero otras muchas se enhebraron alrededor de mentiras y
medias verdades presentadas y
presentadas bajo apariencias de verdad. Entre esas ambivalencias destacamos las
siguientes 7:
*****1*****
“ O la Justicia ordinaria O una forma Especial,
Excepcional y Temporal de Justicia’’
Válida
esta ambivalencia.
Atención Amigos Votantes el 3 de octubre: Para una decisión racional de
cara al Plebiscito se requiere definirse por uno de los términos
de esta ambivalencia: Si con un NO opta
por cárcel para los guerrilleros y para los victimarios en general por la vía de la Justicia ordinaria del
Estado, se estará definiendo por una negativa a la protección de los derechos
de 8 millones de víctimas, pero si con un SI se decide por este horizonte
protector de las víctimas, se estará
pronunciando a favor de una Justicia
Transicional, que plantea la posibilidad de penas alternativas a la cárcel para
los victimarios con tal de que cumplan determinadas condiciones asociadas a un
reconocimiento explícito ante los Tribunales Especiales de los delitos de lesa
humanidad cometidos. Habrá que enfatizarlo de entrada: sólo por la vía de la colombianización de la Justicia Transicional será
posible encontrarle un desenlace a la guerra interna, que es lo que se está
buscando ahora, pues las otras dos vías, el que uno de los actores derrote militarmente
al otro o el que se evaporen las causas estructurales que la determinaron, han fracasado. Hacia el
primer horizonte apuntó Uribe Vélez durante su octoennio, y aunque golpeó con
dureza a la insurgencia no logró derrotarla y ésta, antes de que terminase su
segundo período, redefinió su estrategia y sus nuevos territorios de guerra. En
cuanto al segundo horizonte de
desenlace del conflicto armado, habrá
que recordar a todos aquellos que desde hace 50 años han venido proponiendo
dejar sin bandera a las guerrillas impulsando por las vías democráticas una
profunda transformación social del país, pero Colombia ha sido un campo estéril
para el cambio social, pues desde la Constitución de 1886 se instauró un Estado
estructuralmente renuente a profundas y necesarias reformas sociales.[1]
La justicia transicional, como forma especial, excepcional y temporal y ad hoc de Justicia ya ha sido recreada y avalada por Tribunales Nacionales e Internacionales de
Justicia para casos de violaciones
masivas de los derechos humanos. Si ya ha sido aplicada y avalada por
Tribunales Nacionales e Internacionales en muchos países del mundo con
conflictos internos armados mucho menos intensos, complejos y largos que el
colombiano, qué obsta para no aplicarla aquí donde ha durado medio siglo con 8
millones de víctimas y gravísimos
efectos sobre la sociedad, la salud
mental de la ciudadanía y, ante todo, sobre la población civil, no tanto la
urbana sino la rural que ha vivido y sentido a toda hora las perversas
consecuencias de la guerra interna?
Por estos días en Colombia ha sido un sector de los Altos Mandos
Militares el que ha hecho la defensa más robusta de la forma como en este país
se ha colombianizado un Enfoque dado de la Justicia Transicional.
Excepcionales, por provenir de un Alto Militar, fueron las respuestas que el
General Mejía – alto oficial tropero que ha cumplido 36 años enfrentando esta
guerra- le presentó al país en una entrevista que le hizo RCN: Una ofuscada Gloria Gurisatti, siempre tan técnicamente
experimentada, no salía de su sorpresa y de sus apuros al escuchar las
respuestas dadas a interrogantes con los que la periodista evidenciaba que
estaba representando a los partidarios
del NO. Sin perderle el respeto a las preguntas, ni
olvidar el odio que la guerrilla en
muchas ocasionados se ha granjeado, el General Mejía,
a.
precisó que las Farc irían “de la ilegalidad a la legalidad por
un túnel que se llama justicia transicional”;
b.
aclaró que, como el
Estado de Derecho no se acababa con esos Acuerdos de paz, quien siguiese
extorsionando o secuestrando o rompiendo cualquier ley en pleno cese de
hostilidades sería capturado;
c.
recordó que la ONU iba a
monitorear las zonas alejadas de la población donde se concentrarían los desmovilizados;
d.
señaló que no era una humillación sino un orgullo vigilar
a las Farc en las veredas porque esa acción probaba que había sido el Ejército
el que había ganado la guerra “con la Constitución en la mano”;
e.
y dijo, además, que esta
era la primera vez que la guerrilla se reunía para bien: “es el fin de la marca Farc”.[2]
Es claro, entonces, que la Justicia Transicional es una forma de
Justicia cualitativamente distinta de la Justicia normal y formal del Estado.
Una y otra, aunque se relacionan entre sí, no
son comparables, pues se aplican a realidades muy distintas: La Justicia
normal que es estatal, tiene aplicación permanente para dirimir los conflictos
asociados a las conductas delictivas de la ciudadanía y no se suspende su
aplicación aunque, de modo excepcional y temporal, entre en vigencia la Justicia transicional; la
Justicia Transicional, en cambio, es una Justicia semiestatal, que sólo tiene
aplicación temporal para abordar graves y largos e impactantes conflictos
asociados a casos de extrema violación de los derechos humanos de cara a los
cuales la Justicia ordinaria ha sido rebasada mostrándose ineficaz del todo siendo esto mucho más
valido para el caso colombiano. Aquí en nuestra Colombia, por muy bonito y sacrosanto e idealizado que sea nuestro
Derecho positivo, el Derecho Penal
vigente, el normal y formal del Estado, el que, según los uribistas, debería
ser el referente nodal para tratar a las Farc, en su aplicación se ha mostrado
como uno de los MÁS IMPUNES E INEFICIENTES DEL MUNDO.[3] Al ser esto así, sí que sobreabundaría la impunidad si el sistema de
justicia aplicable a los victimarios de
8 millones de víctimas fuese el sistema de la Justicia penal
ordinaria.
Pero, es que la Justicia Transicional por su misma naturaleza es anti-impune, pues aunque ésta tenga que
ser legalizada y legitimada por el
Estado, por eso es semi-estatal, su más
genuina razón de ser hunde sus raíces en
el conjunto de las víctimas, en
el derecho de éstas a la verdad, a la justicia, a la reparación y a la no
repetición.
2
“Ni socialismo Ni capitalismo salvaje”
Aunque
esta ambivalencia no fue pactada en esos términos, sin embargo, en la práctica
se impuso en clave de ‘’socialismo no pero capitalismo salvaje sí’’. Al
respecto y en la práctica, mientras que
las Farc dijeron que lucharían por implantar un modelo de socialismo una vez
que, dejadas las armas, se convirtieran en un partido político institucional,
el Gobierno, en cambio, a través de su Equipo negociador y del Presidente
Santos, siempre reiteró que el modelo socioeconómico vigente en Colombia no
podía ser objeto de discusión. Entonces, de cara a esta tensión, las fue mucho
lo que cedieron las Farc mientras que el gobierno se mantuvo en su
neoliberalismo como forma ideológica de conducción del Estado. Pero, al
respecto, no escuchemos la opinión de los Atisbos, sino la de un importante representante
del establecimiento, Néstor Raúl Correa Henao, Magistrado de la Sala
Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura,
Para este Magistrado la
suerte de la Justicia Transicional colombianizada-JEP- no se juega en teoría o en el discurso escrito,
pues en sí es ‘’una caja de herramientas que puede permitir construir un pacto
social’’, sino ‘’en lo que se va a hacer con ella ya que es un modelo para
armar, para lo cual se debe rescatar la
experiencia nacional en la implementación de justicias transicionales como
Justicia Regional o ‘’sin Rostro’’, Justicia y Paz y Restitución de Tierras’’. Pero, por otra parte, lo que se negoció en
la habana no fue producto del odio ni del resentimiento sino de un proceso de
reconciliación signado por “la bondad y la racionalidad propia de la condición
humana”. Allí no se negoció lo fundamental, ni la propiedad privada ni la libre
empresa ni la estructura militar. “El
Estado sufrió entre poco y nada. Salieron indemnes los banqueros, los
empresarios, los medios, la clase política” y muchos hasta se relegitimaron. Se
negociaron sí unos temas importantes para la sociedad, la justicia para las
víctimas y los victimarios, el desarrollo rural, la participación política, así
como se definieron unos recursos económicos suficientes, que, “según mis
cálculos, ascenderían a cerca de cien mil millones de pesos anuales. Es muy poco para mucho”. [4]
Entonces,
para qué toda esa alharaca de los partidarios del NO en sus cuestionamientos a
la Jurisdicción de la Paz cuando ya han sido muchas las loas internacionales a
su formulación conceptual y al hecho de
que en su esencia no es impune, pues contempla un procedimiento sancionatorio
pero restaurativo para los crímenes de
guerra y de lesa humanidad, además de que si su aplicación es pertinente y
adecuada puede funcionar como efecto demostración ante la sí abiertamente
impune Justicia ordinaria del Estado de cara a su aplicación efectiva.
***3***
“ni Santos ni Uribe”
Este
referente tampoco fue pactado en la Habana, sino que ha sido levantado por
importantes sectores ciudadanos y estuvo
también presente en el fallo de la Corte
que, al definir la constitucionalidad
del Plebiscito como evento político, precisó que este evento no se podía
partidizar Por lo tanto, los apoyos del
2 de octubre, han dicho los partidarios de esta posición, no son a Santos ni a Uribe, no deben estar
orientados ni a legitimar el gobierno neoliberal del primero ni a abrirle
espacio al segundo para una nueva reelección como presidente; por el contrario,
deben estar orientados a apoyar unos ACUERDOS que si tienen una aplicación
efectiva y auto-sostenida, pueden impulsar importantes procesos de cambio de las relaciones sociales
rurales a partir de la construcción de
paz positiva en y desde los territorios.
Ahora
a Santos se le debe abonar, sin embargo, el haber sido, con Belisario Betancur, el
primer presidente que tomó por los
cachos el asunto de la pacificación o del dejar de matarnos para lo cual supo comprometer con
inteligencia en la negociación a los Altos Mandos Militares, asunto que , en su
época, no pudo hacer Belisario Betancur. El papel positivo de los Militares en
la Habana, por sí mismo y por lo que connota como reconciliación, constituye un cuestionamiento práctico del Uribismo y
debería hacer pensar a los partidarios de “EL NO”, algunas iglesias
cristianas incluidas. Desde el
Atisbos Analíticos 139, escrito cuando todavía en silencio se estaba fraguando
la negociación de la negociación, lo
adelantamos: es difícil que en Colombia salga adelante una negociación política
de la guerra interna sin el apoyo de los
Estados Unidos y sin la participación proactiva de los militares como
administradores legítimos del Estado como fenómeno de fuerza. Y en efecto, hoy lo reiteramos: Sin la
presencia de los Generales Mora y Naranjo en el Equipo Negociador del Gobierno,
así como de los Generales Mejía y Flórez
en las Subcomisiones técnicas, haría ya meses que una oposición furiosa
hubiese hecho trizas el proceso habanero.
***4***
“Ni Santos ni Uribe,
una Asamblea Nacional constituyente”
Esta
posición políticamente muy importante pero antijurídica, pues no cabe dentro de
las opciones constitucionalizadas por la Corte, podría abrirle un amplio
espacio a la etapa postconflicto interno armado sobre todo si la gananciosa en
el Plebiscito es el “NO”, o el voto EN BLANCO, opción legal a la que también le
cerraron la entrada al juego plebiscitario. Y sería un hecho político
importante, pues fue la primera opción en la que, con razones muy distintas y
variopintos objetivos, pensaron
tres corrientes políticas, las Farc, el Centro Democrático y la Izquierda
revolucionaria como dispositivo de legitimación socio-ciudadana de los
Acuerdos. Ahora, finalizada ya la etapa de la construcción de acuerdos y el
mecanismo para avalarlos, el asunto de una Asamblea Nacional Constituyente ha
regresado a la agenda de discusión. Esta semana al escuchar a un furioso uribista gritando a voz
en cuello que el 2 de octubre
había que llevar a la Mesa de
votación el propio bolígrafo porque el
que allá les iban a proporcionar presentaría la mágica condición de borrar
el “NO”
a los pocos minutos de haber sido marcado, me había propuesto no seguir
leyendo escritos producidos por simpatizantes de esa organización. Sin embargo,
creo que la carta que Carlos Holmes Trujillo le envió a la Revista Semana, es
una nota cuidadosa y seria no obstante que propone una salida válida en lo
jurídico pero de muy dificultosa viabilidad política. Escribió Holmes Trujillo,
“el pueblo, que es el soberano, puede
modificar, aprobar o derogar decisiones del Ejecutivo en forma directa. En este
orden de ideas el triunfo del No sería un mandato político para el presidente
en el sentido de reorientar los acuerdos, por cuanto la decisión popular indicaría
su voluntad de modificar lo acordado’’[5]. Sin embargo, ya lo adelantamos
en el Atisbos anterior: aunque el presidente constitucionalmente esté facultado para convocar a una nueva
negociación si el ‘NO’’ es la opción
triunfadora, sin embargo, en lo político es dificultoso que lo haga y casi con
seguridad las Farc no van a aceptar
renegociar lo ya acordado.
Importante en lo político ha sido, además, la posición asumida por dos sectores de la izquierda, uno que
convoca a participar por el “SI”, pero
para frenar la politiquería reitera la urgencia de abrirse a una Constituyente
para darle un marco más rico y amplio a la discusión y replanteo de los
Acuerdos[6]; y otro que , aunque esta posición
no tiene validez legal, invita a participar
pero para rayar el tarjetón lanzando la
invitación, “Por Educación, Paz para el
pueblo y por nuestras Víctimas: CONSTITUYENTE’’..[7]
5
“O la más amplia Justicia social o nada de Negociación”
Ha sido la posición de un importante sector de
representantes de la gran masa de pobres e indigentes existente en Colombia[8], un país que entre 168
ocupa en el mundo el puesto 12 en inequidad social[9] no obstante haber
alcanzado un desarrollo económico-tecnológico mediano. Condensado este argumento,
que invita a la abstención en el Plebiscito, reza lo siguiente: para qué
negociar con las guerrillas si cuando una negociación política de la guerra
interna no va acompañada de justicia social, es decir, de una, por lo menos,
adecuada paz positiva, es muy posible que más temprano que tarde se desate una
nueva guerra interna?. De hecho, el planteamiento en teoría puede ser válido, pero, primero, mientras en Colombia subsistan
las actuales estructuras capitalistas de
poder, una elevada justicia social nunca
va a ser el resultado ni de la lucha armada- en seis décadas de uso de las
armas subversivas para hacer política una revolución social nunca ha estado
cercana- y buscar acceder a ella mediante
una negociación del conflicto interno armado, es pedirle peras al olmo; segundo, la historia mundial ha
mostrado que no ha existido una importante correlación entre niveles de pobreza
y de indigencia y la apelación sistemática a la lucha armada, pues, de haber
sido así, la subversión habría surgido de forma espontánea en casi todas las
regiones colombianas aunque en éstas las formas de resistencia sí han sido una
constante y en ellas la penuria tan amplia sí ha afectado la seguridad
ciudadana; y tercero, tras
cincuenta anos de estar la guerra golpeando sin compasión el suelo en que viven
así como sus corazones y su intimidad, muchos colombianos han empezado a
aprender que la mera pacificación, el dejar de matarnos, acompañada de un
despegue importante de la reconciliación
y del perdón, es también un valor sociocultural en sí mismo
considerado.. Por lo tanto, cada quien decidirá en conciencia por cual
opción opta el 2 de octubre, pero que, por lo menos, el voto ciudadano se funde
en un mínimo de dosis sentí-pensante dadas las consecuencias de la decisión: será
justo y ético seguir matándonos como lo hemos hecho en el último medio siglo?
Vamos a condenar a las actuales generaciones de niños y jóvenes a otras dos
décadas de guerra y de odios y de venganzas? Vamos a doblar el número de
víctimas, que ya ascienden a 8 millones de colombianos? Están dispuestos los
citadinos que, sentados en los sofás de sus casas han visto la guerra como una
película dominguera más, a empuñar el fusil o a enviar a sus hijos a que vayan
al combate a ayudar a derrotar a las
guerrillas?
6.
*O
Aprobación de los Acuerdos ahora U otra
Reguerra”
Es
muy posible que si triunfa el No, en el
corto plazo se abra paso una reguerra,
pero esta hipótesis amerita un tratamiento menos mecánico. No es que, como lo
dijo Santos hace unas pocas semanas, el 4 de octubre las Farc vayan a llevar la
guerra interna a las grandes ciudades. De todas maneras, si no gana el Si todos
resultaríamos perdiendo: la Nación, el
gobierno, la oposición, las dos guerrillas en su doble versión, los países
vecinos y, sobre todo, los ocho millones de víctimas y el conjunto de la
ciudadanía. Perdedora sería la nación al evaporarse esa coyuntura de
oportunidad para una reconstrucción de Colombia
a partir de un cambio importante en las relaciones sociales en el campo;
perdedor también sería el gobierno de Santos, pues derrotado en el Plebiscito,
aunque en lo jurídico sería competente para convocar a una nueva negociación,
por razones políticas y prácticas y de desánimo, es muy difícil que lo haga; y
qué decir del aparente triunfador Centro democrático, que quedaría en un limbo
político sin con quién negociar su pretendida renegociación. Complicada sería,
por otra parte, la situación de las Farc, pues en su condición de actor
político armado ilegal, se vería presionado y atacado desde muchos frentes,
aunque, como organización que maneja su nivel
de racionalidad, debe tener in pectore un Plan B. Los que si perderían
el más amplio espacio serían los 8 millones de víctimas, que han sido el disco
duro de este proceso y que con dolor
verían cómo se ha hundido un sistema de justicia restaurativo centrado en la
protección de sus derechos. Obscuro sería también el horizonte para los países vecinos y para el
conjunto de la ciudadanía, y sobre todo la rural, que con una salud mental ya
afectada por las maldades de la guerra, tendrá que soportar, por no se sabe
cuántas décadas más, las consecuencias
de una guerra cada día más anómica,
degradada y perversa.
De
todas maneras, antes de desatarse una reguerra, la opción que podría abrirse en el horizonte podría ser la de la convocatoria a una
Asamblea Nacional Constituyente, posibilidad en la que tanto el ELN como las
FARC al lado de un amplio sector de la ciudadanía, tendrían que cumplir un
papel protagónico.
[1] .
Velez RamÍrez Humberto. “La génesis del conflicto interno armado: tres facotres
subjetivos y uno objetivo”, Cap. VIII, En, V’élez, Humberto. LOS DIÁLOGOS DE LA
HABANA, LA COMISIÓN DE HISTORIA DEL CONFLCITO Y DE LAS VÍCTIMAS Y LA
COLOMBIANIZACIÓN DE LA JUSTICIA TRANSICIONAL. Libro Borrador.
[2] . “A
Gloria Gurisatti le dieron sopa y seco
en vivo y en directo’’, Las2orillas, viii-26-2016.
[5] . Semana, del 4 al 11 de septiembre 2016, Edición
1792, Sección Cartas.
[6] .
Horacio Duque, Giraldo, “ Plebiscito politiquero, Asamblea Constituyente y La Paz’, www.Nuestra América. No 24.net.
[7]
.L.Julián. “El Plebiscito, La Izquierda y los sectores libertarios”, https://accionlbertariaoyl.wordpress.com.
[8] .
‘’Los Estudiantes y el Plebiscito de la
Paz Neoliberal’’,
No hay comentarios:
Publicar un comentario