29 marzo 2013

Atisbos No. 171. Documento No. 13 sobre el proceso Oslo- La Habana.


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LAS ZONAS DE RESERVA CAMPESINA SÍ, PERO
CON REORDENAMIENTO TERRITORIAL DEL PAÍS, REFORMA AGRARIA
Y SOBERANÍA ALIMENTARIA.
                                                                           Humberto Vélez R.[1]

De preciso modo nadie sabe cuáles ni cuántos arreglos concretos hay enrollados en “los cuatro o cinco metros de acuerdos” de los que nos han hablado los conversadores oficiales de las Farc[2]. Sobre esta materia, más que desesperanzas, en el imaginario colectivo anidan ansiosas pero fundadas esperanzas no exentas del desgaste con el que a todas horas las afectan los vigorosos enemigos abiertos e invisibles de esta negociación, entre ellos algunos expresidentes de Colombia.
De todas maneras, esos todavía invisibles pero posibles acuerdos sobre la cuestión rural, deben encontrarse inscritos en cinco ejes que, de acuerdo con Humberto de la Calle Lombana, el conversador oficial, han construido de modo conjunto: 1.acceso a la propiedad de la tierra de quienes carezcan de ella o la tengan de manera insuficiente; 2.mejor uso del suelo; 3. cierre de la frontera agrícola como forma de blindar a las actuales y futuras generaciones campesinas; 4. obras de infraestructura rural; y 5. especial atención a la salud, educación y otros bienes públicos del campo[3].
Este Atisbos 171 enhebrará algunas reflexiones alrededor del cuarto eje asociado al cierre de la frontera agrícola y más en concreto, al tema nada extraordinario pero sí muy prometedor de las ZONAS DE RESERVA CAMPESINA, en adelante ZRC.
En opinión de los Atisbos, sobre esta última materia la novedad no han sido Las Zonas en sí mismas consideradas, sino, más bien, el de pretender elevarlas a la condición  de Entidades Territoriales. Pero aún esta apuesta no tendría mucho de especial  si hubiese  sido presentada inscrita  en tres importantes proyectos previos, de carácter más bien macro, y que por otro lado, no hacen parte de los temas pactados en la fase de pre-negociación. Nos estamos refiriendo: 1. a una propuesta de reordenamiento territorial del país constitucionalmente posible como es la de la creación de las Provincias y Regiones, vale decir, de los anhelados y necesarios ESTADOS-REGIÓN: 2. a una REFORMA AGRARIA, radical e integral, aunque sólo cubra al latifundio improductivo y 3. a una apuesta nacional pero regionalmente diferenciada de SOBERANÍA ALIMENTARIA.
Presupuesto un final exitoso del proceso OSLO-LA HABANA, irrigar con Zonas de Reserva Campesina  a un país disfuncional en lo territorial y plagado  de Bacrim por todos los costados, no dejaría de ser por lo menos  poco técnico, si no inmoral en lo político.
Y en efecto, las ZRC no constituyen una novedad, pues poseen soporte legal en la ley 160 de 1994, que las creó
con el fin de proteger a las comunidades campesinas, especialmente aquellas ubicadas en zonas de frontera agrícola, colonización o de conflicto armado, del avance del latifundio o de los monocultivos. Uno de los mayores promotores ha sido el reconocido escritor, periodista e investigador Alfredo Molano”[4].
Hasta el momento, con fuerte oposición,  se han creado seis ZRC en las que habitan 75.000 campesinos en una extensión de 830.000 hectáreas. Tan solo durante el gobierno de Santos se ha pensado en crear otra en Los Montes de María. Como se podrá observar, estos territorios campesinos todavía no se han nacionalizado. Ahora en la Habana, las Farc al presentar 10 propuestas rurales, ha lanzado la iniciativa de reordenar la economía campesina alrededor de 59 ZRC con una extensión de 9 millones de hectáreas. En las apariencias, sería excesiva la extensión de los territorios campesinos, pero ellos sólo cubrirían el 8% de los 114 millones de tierras explotables que hay en país, 40 millones de ellas dedicadas a la ganadería extensiva. Por consiguiente,
“como ha afirmado Alfredo Molano, el problema no es de tierras, lo que significa, se ha dicho en la Revista SEMANA, que hay mucho espacio para las zonas de reserva campesina. El secreto está en cómo garantizar su existencia sin afectar la integridad del país”[5].
Actualmente, en cada ZRC y de acuerdo con la lógica legal, la comunidad campesina organizada en una junta directiva levanta un Plan de Desarrollo financiado por el Estado. A guisa de ejemplo en el Caquetá está funcionando la ZRC “PATO-BALSILLAS” con notas como éstas: una carretera-trocha dificultosamente comunica con Neiva a una población de  6.200 personas desparramadas en 27 veredas que cubren una extensión de 88 mil hectáreas.  El  año pasado produjeron más de mil toneladas de café y unas 1500 de fríjol; en los comienzos del gobierno de Santos recibieron un partida de 250 millones de pesos para reactivar su plan de desarrollo y hace poco la ONU les inyectó 70 millones para capacitación; han logrado capitalizar un Fondo Social  de unos 200 millones con los que conceden pequeños créditos para siembra y  compra  de insumos; en distintos contextos de historia local han recibido la influencia de las Farc; al respecto ha dicho Miguel Córdoba, tesorero de la Asociación: “el gran problema está en la estigmatización. Aquí fue  donde llegó ‘Tirofijo’ cuando decidió meterse al monte”; y finalmente Herminia Quimbaya de la Junta de Acción Comunal, manifestó, “hoy no podemos hablar de un beneficio real de ser zona reserva, pero lo nuestro es básicamente una apuesta al futuro; creemos que muy pronto todos los beneficios que contempla la ley  nos llegarán[6].
Al hacer su propuesta las Farc escribieron y hablaron de la constitucionalización de las ZRC como entidades territoriales dotadas de amplia autonomía política y socialmente enhebradas en distintas formas de propiedad. De cara a esa apuesta de autogobierno, de autogestión y de autodeterminación, en masa se vinieron las reacciones negativas. A guisa de ejemplo, destaquemos sólo dos:
Las Farc, afirmó el Ministro de Agricultura, quieren decidir y convertir el país en un mosaico  de republiquetas independientes”; por su parte, Ernesto Samper señaló que ésa era una salida desafortunada, pues no se podían comparar a las zonas de reserva campesina con repúblicas independientes”[7].
Con estas reacciones, como para traer a la memoria  la primera parte de la década de 1960 cuando Álvaro Gómez Hurtado le dijo al Congreso en pleno que Colombia se estaba balcanizando, pues en una región llamada Marquetalia un sector de campesinos estaba creando una República Independiente, por lo que el gobierno de Guillermo León Valencia, asesorado por los Estados Unidos y bajo el liderazgo del General Ruiz Novoa, levantó la más gigantesca operación en la historia de las Fuerzas Armadas colombianas. Fue la ya clásica Operación Marquetalia. De este modo, hasta esta  desértica región  llegaron miles y miles de soldados que no encontraron a nadie en la zona, ya que los 30 campesinos  que en ella habitaban liderados por Manuel Marulanda Vélez y armados con machetes y escopetas hechizas como la mejor defensa, habían  decidido trasladarse a una región vecina donde fundaron las Farc. Hacía apenas tres semanas que, según carta publicada hace unos pocos años por El Espectador, le habían enviado una nota al presidente Valencia en la que le urgían la necesidad de una reforma agraria integral.
Ojalá estas supuestas nuevas Repúblicas Independientes, que serían las futuras ZRC, no devengan en una vaca muerta capaz de entrabar el carro, que al  arrancar desde OSLO  a principios del año pasado,  se vino en noviembre a la Habana con la esperanza de llegar a Colombia entre finales del 2013 y principios el 2014 cargando la noticia de la posibilidad de dar un primer paso importante en la construcción de paz.
Explicables, que no justificables, son algunas de las reacciones contra la iniciativa de las Farc. En un país donde las dinámicas asociadas a un semicentenario conflicto interno armado han estado más asociadas a las luchas por el control territorial que a la realización de una amenazante  y casi inmediata revolución social; y en un sociedad donde durante el octoenio de Uribe Vélez casi toda la acción estatal, tanto la discursiva como la práctica, estuvo orientada  sacar a los farquianos de los territorios por ellos controlados. En  un país y en una sociedad así, todo lo que huela a la posibilidad de control territorial exacerba los poros del cuerpo nacional produciendo ampollas, sobre todo en los sectores de la derecha política.
De todas maneras los Atisbos, no obstante que postulan la necesidad de contextualizar esa propuesta que es bondadosa, no duda en calificarla como impolítica en su forma de presentación, así como de  poco técnica en materia de su viabilidad.
Sería doloroso y lamentable que una propuesta que en su actual forma legal podría ser cualitativamente mejorada, echase por la borda la posibilidad de una negociación, sobre todo en una coyuntura histórica en la que como nunca, gobierno y Farc, por haber aprendido a negociar cediendo, han estado cercanos a firmar el mismo papiro con el mismo estilógrafo.
Sólo el próximo 2 de abril sabremos si en la Habana en un noveno ciclo de diálogos se ha podido pasar al segundo tema pactado relacionado con el carácter y los alcances de la participación política de las Farc.



[1] Profesor e investigador Universidad del Valle. Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos. Miembro de REDUNIPAZ. Presidente Fundación Ecopaís.
[2] Gómez Giraldo, Maribel. Editora de El Tiempo, “La Habana tiene su propio ritmo”, El Tiempo, Bogotá, 24-03-2013, pg.4; La Patria, “El discurso de las Farc”, Manizales, 24-03-2013, pág. 6ª.
[3] La Patria, artículo citado.
[4] SEMANA, “El lío de las Zonas de Reserva Campesina”, Edición 1611, 18-25 marzo 2013, pgs.58-59.
[5] Ídem.
[6] Meléndez, Jorge Enrique, “Así se vive en una Zona de Reserva Campesina”, El Tiempo, 24-o3-2013.
[7] Semana, artículo citado.


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