Enlace del documento en pdf haz click aquí: Atisbos No. 168. Humberto Vélez Ramírez.
LOS ENEMIGOS DE LA
PACIFICACIÓN- LOS OCULTOS,
LOS VISIBLES Y LOS
INTERNOS- PUEDEN
FRUSTRAR EL PROCESO.
Humberto Vélez
Ramírez*.
El actual proceso de pacificación con
algunas reformas- importantes y hasta históricas serían la reforma rural y la
transformación de las Farc en partido político legal- en lo vertical y
horizontal se encuentra atravesado por múltiples enemigos. Agazapados unos, muy
visibles otros, de todos ellos se ha hablado, pero es nada o casi nada lo que se ha dicho de los errores de sus
amigos, que también pueden incidir
en la frustración de esta irrepetible experiencia. Con esto último, en concreto
nos estamos refiriendo a algunos errores, y hasta horrores, de los dos equipos de negociadores, hasta ahora
dificultosamente blindados y hasta salvados por uno de los buenos acuerdos realizados en esa primera y muy
saludada etapa de exploración: que lo que suceda en los escenarios geopolíticos
de la confrontación armada, de modo explícito no se traslade a la Mesa de la
Habana.
De entrada, queremos resaltar que en la
academia existen voces serias que tienen sus serias dudas sobre el futuro del
proceso. Nos referimos al profesor y politólogo Ricardo García: para él eso de
que los enemigos sigan combatiendo mientras conversan, aunque no es de modo
necesario fatal, sí puede llegar a serlo si no hay indicios serios, 1. de que las Farc quieran
efectivamente transformase en partido legal, y 2.de que las élites gobernantes
quieran efectivamente darse la pela en materia de transformaciones agrarias. [1]
En la pasada última semana de enero, el proceso Oslo-La Habana pasó por su más aguda crisis, generada no en
la Cuba de Martí sino en la escalada por la que ha pasado y continúa
transitando la confrontación armada. A este respecto, el listado de acciones de
guerra, legítimas e ilegítimas, en lo empírico es muy abundante, pero por
economía de espacio no lo podemos recoger en este breve ensayo. Al pasar esta
información, con tratamiento diferenciado por las Mas Media, se sensibilizó a
la opinión pública con efectos también diferenciados.
En general, la opinión pública colombiana en los
últimos tiempos se ha evidenciado muy
voluble - por razones ligadas a la cultura de poder institucional vigente en Colombia, ayer apoyaron
rabiosamente la propuesta de guerra de Uribe, mientras hoy adhieren con timidez a
la apuesta pacificadora de Santos - pero ha habido un punto en que ha
mantenido una constante: sus reacciones negativas contra las acciones
ilegítimas de guerra, contra el secuestro sobre todo.
De todas maneras, en general al
re-escalar la guerra uno y otro bando, las acciones han sido bien miradas y
hasta aplaudidas cuando las han realizado las Fuerzas armadas del Estado, pero
han sido criticadas y hasta rabiosamente cuestionadas cuando han sido
realizadas por las Farc. En esta asimetría en las reacciones de la opinión pública
han tenido incidencia, primero, los enemigos visibles de la pacificación, el
uribismo sobre todo, y segundo, algunos
Medios de difusión estando entre ellos los de mayor sintonía y más amplia
lectura. Esto no obstante, importa destacar que las críticas más sostenidas a
las Farc han estado, de modo válido, asociadas a sus acciones ilegítimas de guerra:
el secuestro; el tratamiento indigno dado a los prisioneros de guerra
exceptuando quizá a los tres últimos; el uso generalizado de las minas
antipersonales; y la apelación a los carros bombas. Es decir, ¡como para que
retornemos a leer el DIH en los acápites correspondientes a acciones legítimas e ilegítimas de guerra!
Mantengamos en ese sentido, la hipótesis
de que la re-escalada armada ha sido
válida, [2] sean las
que sean las razones que cada bando alega para realizarlas. El gobierno: 1.para
mantener una ofensiva estratégica que viniendo desde el gobierno de Pastrana y
pasando por el octoenio de Uribe, ha llegado hasta el de Santos con éxito
relativo; 2.para no permitirles a las guerrillas respiro armado alguno; 3.por miedo
al todavía poderoso Uribe; y 4.para permitirle a Santos- esta razón es
implícita- negociar y acceder a un final
del conflicto sin desmontar la estrategia de Seguridad democrática. Y las Farc,
1.para evidenciar que todavía son
poderosas en lo militar; 2.para ganar
fuerza en la subjetividad de sus negociadores en la Habana; y 3.como efecto de demostración
ante los países de América Latina y del mundo, para inyectarles el imaginario de que todavía son una
alternativa de Estado en Colombia.
Digamos por tanto, que si las Farc
quieren contribuir todavía en forma más vigorosa a blindar el proceso, al
re-escalarlo deben evitar toda acción de guerra ilegítima asociada a todos los
problemas encerrados en la denominativamente
compleja palabra secuestro. Y en sus apreciaciones sobre la materia,
tanto el gobierno como sus negociadores en la Habana deben ser claros y precisos al respecto. Aún más, en vez de
ponerse inútilmente a demandarle al gobierno que hagan acuerdos para
regularizar humanitariamente la guerra interna, por iniciativa propia, de modo
progresivo, deberían realizar acciones orientadas a ajustar sus conductas militares
a los parámetros del DIH.
Sabemos que en la normativa humanitaria
internacional existe la figura del prisionero de guerra. Entonces, una cosa es
retener a una persona contra su voluntad por razones económicas o políticas-
siendo esto lo que se denomina “secuestro”- y otra cosa es que una persona caiga en un
combate en un contexto de acciones legítimas de guerra, siendo esto lo que se conoce como “prisionero de guerra”. Al respecto el DIH es muy claro,
al precisar que a éste se le debe dar un tratamiento digno coherente con su
dignidad humana. Por otra parte, casi todos los 9.500 farquianos y elenos
retenidos en las cárceles del país, también son prisioneros de guerra y el DIH
exige que se les brinde un tratamiento coherente con su condición humana,
situación que parece muy alejada del carácter de mazmorras que evidencian la
mayor parte de los centros de reclusión de Colombia.
El DIH no postula que a un secuestrado
se le deba dar un tratamiento humanamente digno, por la sencilla razón de que
para esta normativa el secuestro es un
crimen de lesa humanidad, que no debe hacer presencia en los conflictos armados
tantos internos como entre Estados. En esta dirección, El DIH no existe para regular las relaciones
entre secuestrados y secuestradores, sino, entre los combatientes y entre éstos
y la población civil no combatiente.
Ahora, ¿Qué sucede cuando a un
prisionero de guerra no se le da un tratamiento coherente con su condición de
ser humano?, ¿Cambiará ipso facto su
condición de prisionero de guerra por la de secuestrado?.
Esa metamorfosis no se encuentra
regulada por normativa humanitaria alguna, máxime cuando, como ya se dijo, el
DIH de modo categórico rechaza el secuestro como una acción ilegítima de
guerra. Entonces, se tratará de un prisionero de guerra maltratado y
vilipendiado y tratado aún de modo peor que la media de secuestrados y los responsables de esas
acciones se estarán pasando por la faja el DIH. [3]
Por estos días, nos ha llamado la
atención que un analista del conflicto haya traído a colación la tesis que buscó
verificar en lo empírico, según la cual en Colombia el mayor número de víctimas
no provenían propiamente del conflicto interno armado y que por lo tanto, no
había que focalizar tantos esfuerzos hacia esa temática y problema. Ese fue un
punto que la academia verificó hace ya más de dos décadas cuando se precisó que
las muertes dejadas por la confrontación armada, no reflejaban su enorme impacto cualitativo sobre el conjunto
de la vida social del país.[4] Y así ha
sido, ya se haya abandonado la dinámica de la confrontación armada a su propia
espontaneidad, ya se haya buscado una
solución política o ya se la haya tratado con más guerra. Ahora como nunca,
sabemos que a este conflicto hay que
buscarle final.
Si no se pudo por la vía militar, con
vigor ciudadano habrá que apoyar ahora el proceso de la Habana cuando las
condiciones de negociación son las mejores de cara a las otras experiencias
pacificadoras. “Estando en la Habana, dijo el martes 12
de febrero Humberto de la Calle Lombana a delegados del Consejo Gremial y de la
Asamblea de la ANDI, veo que hay una oportunidad real para la paz”.[5]
Por consiguiente, que el gobierno
emprenda con decisión el mejoramiento de las cárceles colombianas- en ellas
están como prisioneros de guerra unas diez mil personas, muchas de ellas con
represión adicional - y que las Farc anticipen lo que sería hacer política de
un modo distinto, ajustando de modo progresivo, su accionar armado a las
exigencias de la normativa humanitaria
internacional.
*Profesor investigador.
Universidad del Valle. Programa de Estudios Políticos y Resolución de
Conflictos. Director Fundación Ecopaís.
[1]
. García Duarte, Ricardo. “Guerrear,
negociar con las Farc ¿tragedia sin desenlace?. SEMANA, 8 al 14 de febrero
2013.
[2]
González Uribe, Álvaro. “EL JUEGO DEL
FUEGO” El Mundo, 16-02-2013.
[3]
Patiño, Germán. “PAZ Y DIH”. El País,
11.02-2013.
[4]
Varios. COLOMBIA, Violencia y Democracia.
Informe presentado al Ministerio de Gobierno, Universidad Nacional de Colombia,
1987.
[5]
Elespectador.com, miércoles 13; López de Guerrero Milagro “GOBIERNO Y FARC
DICEN QUE PROCESO DE PAZ AVANZA A BUEN RITMO”, El Tiempo, 10-02-2013.
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