23 octubre 2016

Atisbos analíticos no 248, Armenia,  20 de septiembre de 2016

El plebiscito y las grandes contradicciones
y ambivalencias del  proceso de la Habana.

(Nota: a partir  de la lectura de la Introducción en clave de  conclusión,  de los 10 acápites puede leer el que más le guste, pues entre sí gozan de relativa autonomía).

ABSTRACT

1.   LA INTRODUCCIÓN  en clave de  CONCLUSIÓN.
2.   “ O  la Justicia ordinaria O una forma Especial, Excepcional y Temporal  de Justicia’’.
3.   “Ni  socialismo Ni capitalismo salvaje”.
4.    ‘’Ni Santos Ni Uribe’’.
5.    “Ni Santos ni Uribe, una Asamblea Nacional constituyente”.
6.    “O la más  amplia Justicia social  o nada de Negociación”.
7.    *O Aprobación de los Acuerdos ahora  U otra Reguerra”.


LA INTRODUCCIÓN  en clave de  CONCLUSIÓN.
Cuál no será el alto nivel de desprecio por lo  Humano que ha alcanzado la sociedad colombiana en su conjunto, que el Gobierno en el Plebiscito que se realizará el 3 de octubre le preguntará a sus asociados la obviedad sobre si quieren o no que nos sigamos matando; es decir, les preguntará algo para lo cual fue creado el Estado hace  ya más de dos siglos, el proteger la vida del conjunto de la ciudadanía. Y eso será lo que se le preguntará a la gente porque los Acuerdos  de la Habana hasta ahora solo alcanzarán  para una pacificación parcial untada de una pequeña dosis de paz enhebrada alrededor de una reforma rural integral que sólo afectaría al  latifundio improductivo que no ha cumplido una función social constitucionalmente ordenada, así como de un aterrizaje de la democracia de participación. Y cuál no irá a ser  la sorpresa del mundo cuando en la noche del 3 de octubre se informe que un importante sector de la ciudadanía colombiana votó  por el que nos sigamos matando y que lo hizo porque piensan que en este país hay derechos - más bien digamos, intereses- más importantes que el derecho a la vida cuando en todo el mundo piensan y practican que sin este derecho los demás derechos son un soberano sobrante.
En este Ensayo la introducción es una conclusión porque después del seguimiento que le hemos hecho al proceso habanero,  después de tantas idas y venidas, vueltas y revueltas sobre lo que dijeron o no dijeron Santos  y la oposición y sus respectivos partidarios, por fin ahora, una vez que las dos partes en La Isla de Martí  definieron que los Acuerdos logrados estaban ya consignados en 297 cuartillas y que en manos de entidades internacionales, entre ellas la ONU, quedaban la observación  y el monitoreo  en situ de la dejación de las armas y de la acciones de las Farc orientadas a construir una estrategia de incorporación a la vida cívico-social históricamente novedosa por innovadora y proactiva , por fin, lo  repetimos, alcanzamos a precisar que entre Santos y Uribe no había  habido las  enormes  distancias por algunos pregonadas, aunque si había  una muy importante en  materia de la índole o carácter de los acuerdos construidos y que más allá de ella, casi  todo había siso bullicio verbal orientado a confundir y a hacer una mala pedagogía.  En los pasados cuatro años hubo muchos discursos y textos y grafitis y frases telegráficas de las redes sociales, de parte y parte buenos algunos, pero en general, malos y pésimos muchos, sobre todo los de la oposición por reiterativos, pocos substantivos y semi-falaces, y hubo también mucha verborrea ideologizada y mediática y contrapensante. En general, entre Santos y Uribe en lo ideológico-político no existen grandes diferencias- ambos son neoliberales aferrados a un modelo socioeconómico extractivista-, pero, en lo personal son muy distintos- aristocrático y marrullero el bogotano y montañero y agresivo e inteligentemente mediático el paisa-  mas,  por convicción o por experiencias personales, hoy en día presentan  - aunque unos pocos años ha pensaban lo mismo-  salidas distintas al problema de la guerra interna. Entonces, claro, que la única y más importante diferencia que en la actualidad los separa, y que es en materia de lo que debe entenderse por una  negociación, la distancia  es enorme: Para Santos, el otorgamiento de concesiones recíprocas- la del Estado, más bien, tacañas- es de la esencia de la lógica  de una negociación no siendo así para Uribe que ahora, no antes cuando era presidente, asimila negociación a  sometimiento, a alguna forma de rendición y/o de capitulación.
  Esta es  en la actualidad la diferencia central, hasta ahora  inamovible, entre uno y otro en materia de producción de acuerdos para una negociación: Santos ha defendido que para  darle viabilidad a la negociación, primero, había que aplicarles a los victimarios penas alternativas que, más allá de la cárcel, les restringiese temporalmente la  libertad personal a los responsables colectivos de delitos de lesa humanidad; segundo, que  había que garantizarles  el derecho a ejercer la política como a cualquier ciudadano; y tercero, que había que hacerles algunas concesiones en materia de paz positiva mediante una reforma rural integral que, en materia de propiedad privada, sólo afectase al latifundio improductivo; Uribe Vélez, en cambio,  ahora se ha encerrado en las siguientes tesis: primera, que al Mando de las Farc  y a sus máximos responsables había  que ponerles un  traje a rayas en cárceles bien seguras; segunda, que una vez saliesen de las mazmorras, debían enclaustrarse en sus casas  a leer novelas alejados de su pasión por la política que fue la que los condujo a rebelarse cuando consideraron que dentro el régimen político vigente en  la década de 1960 no había condiciones para ejercerla institucionalmente; y tercera, que la propiedad privada rural no  podía afectarse de ninguna manera.
 Más allá de toda alharaca, éstas han resultados siendo las tres  diferencias centrales entre el bogotano y el antioqueno, aunque éste, ahora que se ha percatado de que el proceso habanero está saliendo avante, ha postulado  una postura ambivalente   que, al mismo tiempo, se encuentra “ entre un NO y  un  SI’’  al afirmar que sí en el evento del 3 de octubre  sale triunfante la oposición  por él liderada, estaba dispuesto a renegociar los Acuerdos con el gobierno en procura de una negociación más perfecta que, en su opinión, era aquella en la que el Estado no hiciese mayores concesiones y  en la que, por otra parte, el gobierno no les diese a los  militares implicados en el conflicto armado un tratamiento similar al que había aplicarle  a los terroristas.


 En los cuatro años  que duraron la negociaciones de la Habana, éstas estuvieron atravesadas por un conjunto de importantes contradicciones, que asumieron la forma de ambivalencias que cada votante el 3 de octubre debe absolver si quiere que su acción participativa tenga un mínimo de base racional y de sentí-pensamiento serio. Algunas de esas contradicciones  ambivalentes tuvieron como referente hechos objetivos reales, pero otras muchas se enhebraron alrededor de mentiras y medias verdades presentadas  y presentadas bajo apariencias de verdad. Entre esas ambivalencias destacamos las siguientes 7:   
 

*****1*****
“ O  la Justicia ordinaria O una forma Especial, Excepcional y Temporal  de Justicia’’
Válida esta ambivalencia.
 Atención Amigos Votantes el 3 de octubre: Para una decisión racional de cara  al Plebiscito  se requiere definirse por uno de los términos de esta ambivalencia: Si con un NO  opta por cárcel para los guerrilleros y para los victimarios en general  por la vía de la Justicia ordinaria del Estado, se estará definiendo por una negativa a la protección de los derechos de 8 millones de víctimas, pero si con un SI se decide por este horizonte protector  de las víctimas, se estará pronunciando a favor de  una Justicia Transicional, que plantea la posibilidad de penas alternativas a la cárcel para los victimarios con tal de que cumplan determinadas condiciones asociadas a un reconocimiento explícito ante los Tribunales Especiales de los delitos de lesa humanidad cometidos. Habrá que enfatizarlo de entrada: sólo por la vía de la colombianización de la Justicia Transicional será posible encontrarle un desenlace a la guerra interna, que es lo que se está buscando ahora, pues las otras dos vías, el que uno de los actores derrote militarmente al otro o el que se evaporen las causas estructurales  que la determinaron, han fracasado. Hacia el primer horizonte apuntó Uribe Vélez durante su octoennio, y aunque golpeó con dureza a la insurgencia no logró derrotarla y ésta, antes de que terminase su segundo período, redefinió su estrategia y sus nuevos territorios de guerra. En cuanto al  segundo horizonte de desenlace  del conflicto armado, habrá que recordar a todos aquellos que desde hace 50 años han venido proponiendo dejar sin bandera a las guerrillas impulsando por las vías democráticas una profunda transformación social del país, pero Colombia ha sido un campo estéril para el cambio social, pues desde la Constitución de 1886 se instauró un Estado estructuralmente renuente a profundas y necesarias reformas sociales.[1]

La justicia transicional, como forma especial, excepcional y temporal y ad hoc de Justicia ya  ha sido  recreada y avalada por  Tribunales Nacionales e Internacionales de Justicia  para casos de violaciones masivas de los derechos humanos. Si ya ha sido aplicada y avalada por Tribunales Nacionales e Internacionales en muchos países del mundo con conflictos internos armados mucho menos intensos, complejos y largos que el colombiano, qué obsta para no aplicarla aquí donde ha durado medio siglo con 8 millones de víctimas y  gravísimos efectos  sobre la sociedad, la salud mental de la ciudadanía y, ante todo, sobre la población civil, no tanto la urbana sino la rural que ha vivido y sentido a toda hora las perversas consecuencias de la  guerra interna?
Por estos días en Colombia ha sido un sector de los Altos Mandos Militares el que ha hecho la defensa más robusta de la forma como en este país se ha colombianizado un Enfoque dado de la Justicia Transicional. Excepcionales, por provenir de un Alto Militar, fueron las respuestas que el General Mejía – alto oficial tropero que ha cumplido 36 años enfrentando esta guerra- le presentó al país  en una  entrevista que le hizo RCN: Una ofuscada  Gloria Gurisatti, siempre tan técnicamente experimentada, no salía de su sorpresa y de sus apuros al escuchar las respuestas dadas a interrogantes con los que la periodista evidenciaba que estaba representando  a los partidarios del NO.  Sin perderle el respeto a las preguntas, ni olvidar el odio que la guerrilla  en muchas ocasionados se ha granjeado, el General Mejía,   
a.    precisó que las Farc irían “de la ilegalidad a la legalidad por un túnel que se llama justicia transicional”;
b.     aclaró que, como el Estado de Derecho no se acababa con esos Acuerdos de paz, quien siguiese extorsionando o secuestrando o rompiendo cualquier ley en pleno cese de hostilidades sería capturado;
c.     recordó que la ONU iba a monitorear las zonas alejadas de la población donde se concentrarían  los desmovilizados;
d.    señaló  que no era una humillación sino un orgullo vigilar a las Farc en las veredas porque esa acción probaba que había sido el Ejército el que había ganado la guerra “con la Constitución en la mano”;
e.    y  dijo, además, que esta era la primera vez que la guerrilla se reunía para bien: “es el fin de la marca Farc”.[2]

Es claro, entonces, que la Justicia Transicional es una forma de Justicia cualitativamente distinta de la Justicia normal y formal del Estado. Una y otra, aunque se relacionan entre sí, no son comparables, pues se aplican a realidades muy distintas: La Justicia normal que es estatal, tiene aplicación permanente para dirimir los conflictos asociados a las conductas delictivas de la ciudadanía y no se suspende su aplicación aunque, de modo excepcional y temporal, entre  en vigencia la Justicia transicional; la Justicia Transicional, en cambio, es una Justicia semiestatal, que sólo tiene aplicación temporal para abordar graves y largos e impactantes conflictos asociados a casos de extrema violación de los derechos humanos de cara a los cuales la Justicia ordinaria ha sido rebasada mostrándose  ineficaz del todo siendo esto mucho más valido para el caso colombiano. Aquí en nuestra Colombia, por muy bonito  y sacrosanto e idealizado que sea nuestro Derecho positivo, el Derecho Penal  vigente, el normal y formal del Estado, el que, según los uribistas, debería ser el referente nodal para tratar a las Farc, en su aplicación se ha mostrado como uno de los   MÁS IMPUNES E INEFICIENTES  DEL MUNDO.[3] Al ser esto así, sí que sobreabundaría la impunidad si el sistema de justicia aplicable a los  victimarios de 8 millones  de víctimas  fuese el sistema de la Justicia penal ordinaria.

Pero, es que la Justicia Transicional por su misma naturaleza  es anti-impune, pues aunque ésta tenga que ser legalizada  y legitimada por el Estado, por eso es semi-estatal,  su más genuina razón de ser hunde sus raíces en  el conjunto de las víctimas, en  el derecho de éstas a la verdad, a la justicia, a la reparación y a la no repetición.
  

2
“Ni  socialismo Ni capitalismo salvaje”

Aunque esta ambivalencia no fue pactada en esos términos, sin embargo, en la práctica se impuso en clave de ‘’socialismo no pero capitalismo salvaje sí’’. Al respecto y en  la práctica, mientras que las Farc dijeron que lucharían por implantar un modelo de socialismo una vez que, dejadas las armas, se convirtieran en un partido político institucional, el Gobierno, en cambio, a través de su Equipo negociador y del Presidente Santos, siempre reiteró que el modelo socioeconómico vigente en Colombia no podía ser objeto de discusión. Entonces, de cara a esta tensión, las fue mucho lo que cedieron las Farc mientras que el gobierno se mantuvo en su neoliberalismo como forma ideológica de conducción del Estado. Pero, al respecto, no escuchemos la opinión de los Atisbos, sino la de un importante representante del establecimiento, Néstor Raúl Correa Henao, Magistrado de la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura,
Para este Magistrado la suerte de la Justicia Transicional colombianizada-JEP- no se  juega en teoría o en el discurso escrito, pues en sí es ‘’una caja de herramientas que puede permitir construir un pacto social’’, sino ‘’en lo que se va a hacer con ella ya que es un modelo para armar, para lo cual  se debe rescatar la experiencia nacional en la implementación de justicias transicionales como Justicia Regional o ‘’sin Rostro’’, Justicia y Paz y Restitución de Tierras’’. Pero, por otra parte, lo que se negoció en la habana no fue producto del odio ni del resentimiento sino de un proceso de reconciliación signado por “la bondad y la racionalidad propia de la condición humana”. Allí no se negoció lo fundamental, ni la propiedad privada ni la libre empresa ni la estructura militar. “El Estado sufrió entre poco y nada. Salieron indemnes los banqueros, los empresarios, los medios, la clase política” y muchos hasta se relegitimaron. Se negociaron sí unos temas importantes para la sociedad, la justicia para las víctimas y los victimarios, el desarrollo rural, la participación política, así como se definieron unos recursos económicos suficientes, que, “según mis cálculos, ascenderían a cerca de cien mil millones de pesos anuales. Es muy poco para mucho”. [4]
Entonces, para qué toda esa alharaca de los partidarios del NO en sus cuestionamientos a la Jurisdicción de la Paz cuando ya han sido muchas las loas internacionales a su formulación conceptual  y al hecho de que en su esencia no es impune, pues contempla un procedimiento sancionatorio pero  restaurativo para los crímenes de guerra y de lesa humanidad, además de que si su aplicación es pertinente y adecuada puede funcionar como efecto demostración ante la sí abiertamente impune Justicia ordinaria del Estado de cara a su aplicación efectiva. 

***3***
ni Santos ni Uribe
Este referente tampoco fue pactado en la Habana, sino que ha sido levantado por importantes sectores ciudadanos  y estuvo también presente en el fallo de la Corte  que, al definir la constitucionalidad  del Plebiscito como evento político, precisó que este evento no se podía partidizar  Por lo tanto, los apoyos del 2 de octubre, han dicho los partidarios de esta posición,  no son a Santos ni a Uribe, no deben estar orientados ni a legitimar el gobierno neoliberal del primero ni a abrirle espacio al segundo para una nueva reelección como presidente; por el contrario, deben estar orientados a apoyar unos ACUERDOS que si tienen una aplicación efectiva y auto-sostenida, pueden impulsar importantes  procesos de cambio de las relaciones sociales rurales a partir  de la construcción de paz positiva en y desde los territorios.
Ahora a Santos se le debe abonar, sin embargo,  el haber sido, con Belisario Betancur, el primer presidente que tomó por los  cachos el asunto de la pacificación o del dejar de matarnos  para lo cual supo comprometer con inteligencia en la negociación a los Altos Mandos Militares, asunto que , en su época, no pudo hacer Belisario Betancur. El papel positivo de los Militares en la Habana, por sí mismo y por lo que connota como reconciliación, constituye  un cuestionamiento práctico del Uribismo y debería hacer pensar a los partidarios de “EL NO”, algunas iglesias cristianas incluidas. Desde el Atisbos Analíticos 139, escrito cuando todavía en silencio se estaba fraguando la negociación de la negociación,  lo adelantamos: es difícil que en Colombia salga adelante una negociación política de la guerra interna sin el apoyo de los  Estados Unidos y sin la participación proactiva de los militares   como administradores legítimos del Estado como fenómeno de fuerza. Y  en efecto, hoy lo reiteramos: Sin la presencia de los Generales Mora y Naranjo en el Equipo Negociador del Gobierno, así como de los Generales Mejía y Flórez  en las Subcomisiones técnicas, haría ya meses que una oposición furiosa hubiese hecho trizas el proceso habanero.

***4***
“Ni Santos ni Uribe, una Asamblea Nacional constituyente”
Esta posición políticamente muy importante pero antijurídica, pues no cabe dentro de las opciones constitucionalizadas por la Corte, podría abrirle un amplio espacio a la etapa postconflicto interno armado sobre todo si la gananciosa en el Plebiscito es el “NO”, o el voto EN BLANCO, opción legal a la que también le cerraron la entrada al juego plebiscitario. Y sería un hecho político importante, pues fue la primera opción en la que, con razones muy  distintas y  variopintos  objetivos, pensaron tres corrientes políticas, las Farc, el Centro Democrático y la Izquierda revolucionaria como dispositivo de legitimación socio-ciudadana de los Acuerdos. Ahora, finalizada ya la etapa de la construcción de acuerdos y el mecanismo para avalarlos, el asunto de una Asamblea Nacional Constituyente ha regresado a la agenda de discusión. Esta semana al  escuchar a un furioso uribista gritando a voz en cuello que   el 2 de octubre había  que llevar a la Mesa de votación  el propio bolígrafo porque el que allá les iban a proporcionar presentaría la mágica condición de borrar el  “NO”  a los pocos minutos de haber sido marcado, me había propuesto no seguir leyendo escritos producidos por simpatizantes de esa organización. Sin embargo, creo que la carta que Carlos Holmes Trujillo le envió a la Revista Semana, es una nota cuidadosa y seria no obstante que propone una salida válida en lo jurídico pero de muy dificultosa viabilidad política. Escribió Holmes Trujillo, “el pueblo, que es el soberano,  puede modificar, aprobar o derogar decisiones del Ejecutivo en forma directa. En este orden de ideas el triunfo del No sería un mandato político para el presidente en el sentido de reorientar los acuerdos, por cuanto la decisión popular indicaría su voluntad de modificar lo acordado’’[5]. Sin embargo, ya lo adelantamos en el Atisbos anterior: aunque el presidente constitucionalmente  esté facultado para convocar a una nueva negociación  si el ‘NO’’ es la opción triunfadora, sin embargo, en lo político es dificultoso que lo haga y casi con seguridad las Farc no  van a aceptar renegociar lo ya acordado.
 Importante en lo político ha sido, además,  la posición asumida  por dos sectores de la izquierda, uno que convoca a participar por  el “SI”, pero para frenar la politiquería reitera la urgencia de abrirse a una Constituyente para darle un marco más rico y amplio a la discusión y replanteo de los Acuerdos[6]; y otro que , aunque esta posición no tiene  validez legal, invita a participar pero para rayar  el tarjetón lanzando la invitación, “Por Educación, Paz para el pueblo y por nuestras Víctimas: CONSTITUYENTE’’..[7]

5
“O la más  amplia Justicia social  o nada de Negociación”
 Ha sido la posición de un importante sector de representantes de la gran masa de pobres e indigentes  existente en Colombia[8], un país que entre 168 ocupa en el mundo el puesto 12 en inequidad social[9] no obstante haber alcanzado un desarrollo económico-tecnológico mediano. Condensado este argumento, que invita a la abstención en el Plebiscito, reza lo siguiente: para qué negociar con las guerrillas si cuando una negociación política de la guerra interna no va acompañada de justicia social, es decir, de una, por lo menos, adecuada paz positiva, es muy posible que más temprano que tarde se desate una nueva guerra interna?. De hecho, el planteamiento  en teoría puede ser válido, pero, primero, mientras en Colombia subsistan las actuales estructuras capitalistas  de  poder, una elevada justicia social nunca va a ser el resultado ni de la lucha armada- en seis décadas de uso de las armas subversivas para hacer política una revolución social nunca ha estado cercana-  y buscar acceder a ella  mediante  una negociación del conflicto interno armado, es pedirle peras al olmo; segundo, la historia mundial ha mostrado que no ha existido una importante correlación entre niveles de pobreza y de indigencia y la apelación sistemática a la lucha armada, pues, de haber sido así, la subversión habría surgido de forma espontánea en casi todas las regiones colombianas aunque en éstas las formas de resistencia sí han sido una constante y en ellas la penuria tan amplia sí ha afectado la seguridad ciudadana; y tercero, tras cincuenta anos de estar la guerra golpeando sin compasión el suelo en que viven así como sus corazones y su intimidad, muchos colombianos han empezado a aprender que la mera pacificación, el dejar de matarnos, acompañada de un despegue importante de la reconciliación  y del perdón, es también   un valor sociocultural en sí mismo considerado.. Por lo tanto, cada quien decidirá en conciencia por cual opción opta el 2 de octubre, pero que, por lo menos, el voto ciudadano se funde en un mínimo de dosis sentí-pensante dadas las consecuencias de la decisión: será justo y ético seguir matándonos como lo hemos hecho en el último medio siglo? Vamos a condenar a las actuales generaciones de niños y jóvenes a otras dos décadas de guerra y de odios y de venganzas? Vamos a doblar el número de víctimas, que ya ascienden a 8 millones de colombianos? Están dispuestos los citadinos que, sentados en los sofás de sus casas han visto la guerra como una película dominguera más, a empuñar el fusil o a enviar a sus hijos a que vayan al combate a  ayudar a derrotar a las guerrillas?

 6.
*O Aprobación de los Acuerdos ahora  U otra Reguerra
Es muy posible  que si triunfa el No, en el corto plazo se abra paso  una reguerra, pero esta hipótesis amerita un tratamiento menos mecánico. No es que, como lo dijo Santos hace unas pocas semanas, el 4 de octubre las Farc vayan a llevar la guerra interna a las grandes ciudades. De todas maneras, si no gana el Si todos resultaríamos  perdiendo: la Nación, el gobierno, la oposición, las dos guerrillas en su doble versión, los países vecinos y, sobre todo, los ocho millones de víctimas y el conjunto de la ciudadanía. Perdedora sería la nación al evaporarse esa coyuntura de oportunidad para una reconstrucción de Colombia  a partir de un cambio importante en las relaciones sociales en el campo; perdedor también sería el gobierno de Santos, pues derrotado en el Plebiscito, aunque en lo jurídico sería competente para convocar a una nueva negociación, por razones políticas y prácticas y de desánimo, es muy difícil que lo haga; y qué decir del aparente triunfador Centro democrático, que quedaría en un limbo político sin con quién negociar su pretendida renegociación. Complicada sería, por otra parte, la situación de las Farc, pues en su condición de actor político armado ilegal, se vería presionado y atacado desde muchos frentes, aunque, como organización que maneja su nivel  de racionalidad, debe tener in pectore un Plan B. Los que si perderían el más amplio espacio serían los 8 millones de víctimas, que han sido el disco duro de este  proceso y que con dolor verían cómo se ha hundido un sistema de justicia restaurativo centrado en la protección de sus derechos. Obscuro sería también  el horizonte para los países vecinos y para el conjunto de la ciudadanía, y sobre todo la rural, que con una salud mental ya afectada por las maldades de la guerra, tendrá que soportar, por no se sabe cuántas décadas más,  las consecuencias de una guerra cada día más  anómica, degradada y perversa.
De todas maneras, antes de desatarse una reguerra, la opción que  podría abrirse en el horizonte   podría ser la de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, posibilidad en la que tanto el ELN como las FARC al lado de un amplio sector de la ciudadanía, tendrían que cumplir un papel protagónico.




 















[1] . Velez RamÍrez Humberto. “La génesis del conflicto interno armado: tres facotres subjetivos y uno objetivo”, Cap. VIII, En, V’élez, Humberto. LOS DIÁLOGOS DE LA HABANA, LA COMISIÓN DE HISTORIA DEL CONFLCITO Y DE LAS VÍCTIMAS Y LA COLOMBIANIZACIÓN DE LA JUSTICIA TRANSICIONAL. Libro Borrador.
[2] . “A Gloria Gurisatti le dieron  sopa y seco en vivo y en directo’’, Las2orillas, viii-26-2016.
[3] . “Colombia es  61 entre 91 países en eficiencia en la justicia’’, www.eltiempo.com/ .
[4] . Correa Henao, Néstor Raúl. ‘’La Jurisdicción para la Paz’’ , www.tiempo.com/ , 10-01-2016.  
[5] .  Semana, del 4 al 11 de septiembre 2016, Edición 1792,      Sección Cartas.
[6] . Horacio Duque, Giraldo, “ Plebiscito politiquero,  Asamblea Constituyente y  La Paz’, www.Nuestra América. No 24.net.
[7] .L.Julián. “El Plebiscito, La Izquierda y los sectores libertarios”, https://accionlbertariaoyl.wordpress.com.
[8] . ‘’Los  Estudiantes y el Plebiscito de la Paz Neoliberal’’,

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